Cómo 4 videos de #SkinnyTok me hicieron dudar de mi cuerpo
Anulo pensamientos intrusivos sobre bajar de peso, anulo pensamientos intrusivos sobre bajar de peso...
Pues qué te digo. Caí en las garras de #SkinnyTok, el lado oscuro de TikTok donde la gente comparte consejos para bajar de peso a cualquier costo.
Primero me apareció el video de una chica dando sus mejores “tips” para adelgazar. Decía cosas como “acostúmbrate a la sensación de tener hambre” o “reduce las porciones de lo que comes a la mitad”. Lo vi completo, horrorizada de que las mismas narrativas que me traumatizaron en los 2000 estuvieran de vuelta tan descaradamente.
De inmediato el algoritmo de TikTok interpretó que me interesaba el tema, así que me lanzó más videos relacionados.
En uno, una chica vestida con unos leggings negros recomendaba –como si fuera cualquier cosa– usar inyecciones de semaglutida1 para bajar de peso. Su justificación era que una vez que estás delgada, ahora sí tienes la motivación suficiente para cuidarte y mantenerte.
¿En serio estos discursos están posicionándose otra vez?
En otro video, una morra decía que el truco era “no comer lo que quieras cuando quieras y en las cantidades que quieras”. Sino siempre anteponer la necesidad de bajar de peso y ser “fit”.
En chinga me fui a la sección de comentarios esperando encontrar a alguna treintañera que, como yo, supiera lo que es el heroin chic2 y estuviera igual de atacada viendo ese video. Pero no.
La mayoría de los mensajes que encontré decían cosas como:
"Estoy en el lado correcto de TikTok"
"Comento para que me aparezcan más videos así"
"Yo me tomo un refresco de dieta en el trabajo y sólo como cuando mi cuerpo lo necesita y empieza a temblar"
Y, a verrrrrrrrrrrr, este no es mi primer rodeo, chica: en los 2000 había blogs enteros dedicados a fomentar trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como un “estilo de vida”. Vengo del pasado –no tan lejano– donde la talla 6 se consideraba plus size. Estoy curtida.
Y aun así, con todo mi bagaje cultural pop; la seguridad y autoestima que me he forjado en 36 años; con mi cercanía y conocimiento de los movimientos de diversidad corporal; con la teoría clarísima sobre las imposiciones del sistema patriarcal sobre nuestros cuerpos… sentí por un momento la cosquilla de ‘¿será que sí tengo que bajar de peso?’. Después de cuatro videos, CUATRO.
¿Qué esperanza tienen quienes apenas están definiendo su identidad en un mundo repleto de referentes uniformes?
Muchos estudios han demostrado que este tipo de mensajes impactan negativamente en la autoestima, sobre todo de mujeres jóvenes. Sabemos que esto es real porque lo vivimos. La comparación se instala en nuestra mente cuando los mismos cuerpos delgadísimos aparecen una y otra vez en redes sociales, en las alfombras rojas, en los comerciales y en la pantalla de cine.
El auge de medicamentos con semaglutida como Ozempic (originalmente creados para la diabetes) ha traído de vuelta la narrativa de que sólo existe un tipo de cuerpo aceptable: el delgado. Y se está homogeneizando la poca diversidad que apenas comenzábamos a ver en el mundo del espectáculo.
¿Pero sabes qué es lo que más meemputaaaaa?
Que es como si el mundo nos dijera “Gracias por participar y echarle ganas a tu deconstrucción, pero decidimos que ser delgada sigue siendo mejor”.
Nos hicieron creer que había más representación mientras encontraban nuevas formas de convencernos de que nuestro valor sigue atado a nuestro peso. Nos repitieron que todo era nuestra elección mientras perfeccionaban la maquinaria para que elegir algo distinto se sintiera imposible.
Por supuesto no es casualidad que esto vaya de la mano con el crecimiento de corrientes ultra conservadoras alrededor del mundo. El control sobre el cuerpo de las mujeres ha sido históricamente una herramienta de obediencia.
La autora Esther Pineda define como violencia estética la imposición sexista, gordofóbica, gerontofóbica y racista de que la feminidad y la belleza son los principales indicadores de valor en una mujer. Bajo esta lógica, quienes no se ajustan a los estándares merecen ser señaladas, castigadas o excluidas. Se nos enseña que nuestra existencia debe girar en torno a alcanzar ese ideal si queremos tener un lugar en la mesa.
Sistemáticamente, el cuerpo “perfecto” sigue siendo el mismo de siempre, solo cambió el método para llegar a él. Antes eran ampolletas de alcachofa y ahora son inyecciones para la diabetes. Antes eran blogs de Ana y Mia, ahora son algoritmos decidiendo qué ves y qué piensas sobre tu cuerpo.
#SkinnyTok es la prueba de que el control sobre nuestros cuerpos sigue vendiéndose como el mejor producto del mercado. Ahora reempaquetado bajo el pretexto de la “salud”, la “auto-optimización” y el “empoderamiento”.
Y aquí estamos de nuevo, viendo cómo nos venden la misma historia, sólo que con más filtros y la capacidad de volverse viral.
Pero esta vez no me voy a dejar, micielaaaaaaa. Me ha costado demasiado llegar al punto de disfrute en el que estoy ahora (la mayoría de los días) con mi cuerpo, como para ir para atrás por culpa de un hashtag.
Sé que si seguimos nutriéndonos de referentes diversos que celebren nuestra autonomía corporal, en vez de querer controlarla, podemos desafiar los mandatos de la delgadez.
Me agarro de esa certeza. Del gozo de descubrir nuevos sabores y compartir la mesa con quienes amo. De la maravilla de este cuerpo-vehículo que me sostiene y me lleva a donde quiero estar. Pero, sobre todo, de la calma que da habitarme con cariño y sin culpa.
Me la pelas #SkinnyTok
La semaglutida es un medicamento para la diabetes que se ha popularizado como tratamiento para bajar de peso, especialmente con marcas como Wegovy y Ozempic.
Heroin Chic fue una estética de los 90, especialmente en el mundo del modelaje, que se caracterizaba por cuerpos extremadamente delgados, piel pálida y una apariencia como de no haber dormido en días. El nombre surge de la asociación con el consumo de sustancias como una forma de aguantar la presión del trabajo y evitar comer para mantenerse delgadas.