Una carta de amor para las doñitas terreneitor
Sobre resignificar la vejez y encontrar nuevos referentes.
Cuando cumplí 35 años tuve uno de esos glitches en la Matrix en los que no te reconoces. O más bien, en los que te das cuenta de que te ves distinta, mayor. Me tomó un par de días asimilar la imagen que me devolvía el espejo. ¿Así me veo ahora?
Si le pregunto a alguien de 15, ¿cuántos años pensará que tengo? ¿Qué sigue, que me digan “pásele, madrecita”?
Al año siguiente vi aparecer mis primeras canas. Apunté el día exacto en que descubrí la primera: 16 de octubre de 2024. Semanas después perdí la cuenta, porque comenzaron a rebelarse por todas partes. Y no es queja. La verdad, no me entró la angustia que me prometieron que iba a sentir.
Quiero pensar que mucho del trabajo –interno y colectivo– que he hecho para cuestionar los estereotipos de belleza, ahora sirve como un colchoncito para las inseguridades que la sociedad quiere verter sobre mí respecto a envejecer.
Hasta ahora no he sentido la urgencia –que noto en otras compas de mi edad, o incluso menores– de darme un lleguecito de bótox por aquí o por allá. Y para nada juzgo a quienes lo hacen; se ven muy preciosas de sus caritas. Pero en mi rebelión personal contra el culto a la juventud, desafiar la idea de que envejecer es algo que hay que disimular es la próxima frontera de conquista.
A las mujeres se nos enseña que vernos jóvenes es algo que debemos preservar a toda costa. Es una de las grandes monedas de cambio con las que podemos jugar en el sistema patriarcal. Por eso las cremas antiarrugas, los tratamientos antiedad y los procedimientos de rejuvenecimiento –muchas veces dolorosos e invasivos– están dirigidos principalmente a nosotras.
Culturalmente nos han hecho creer que mientras los hombres envejecen como un “buen vino” y siguen siendo “máquinas sexuales”, las mujeres vamos perdiendo nuestro atractivo, nuestra sensualidad y, básicamente, nuestra capacidad de ser personas interesantes. Pero, parfavaaaaaaar, sabemos que la realidad es otra. Siempre ha habido quienes le plantan cara a esos clichés.
Por eso me fascina conocer a mujeres mayores definiendo la vida que quieren fuera de esas limitantes. Yo las llamo doñas terreneitor y son esas señoronas que disfrutan cualquier etapa en la que se encuentran.
Son las que cuando te cuentan algo, no dicen “en mi época se hacía de tal forma…”, porque saben que cualquier era en la que vivan sigue siendo suya. Son mujeres curtidas por el tiempo y la experiencia que no tienen que probarle nada a nadie. Cada década les fue regalando la seguridad para ser más fuertes en una piel más suave, y eso me parece HERMOSO.
Hace poco, Emma Cogan, del blog Digital Fruits, escribió que las mujeres mayores deberían estar en nuestros moodboards, “no sólo porque son fabulosas y chic, sino porque envejecer es un regalo”. Su idea quedó rondando en mi cabeza y, a los pocos días, comencé un tablero de Pinterest dedicado a ellas: Las mayores 🌹
Ahí hay un collage de pieles con arrugas, labiales que se desbordan por los pliegues de la boca, manos con manchas y cabellos grises. Rasgos completamente naturales que nos han querido vender como indeseables. Y que ahora, que me encuentro inaugurando mi vida de señora, me parecen de lo más inspiradores.
Anhelo este tipo de referentes, ¡y qué falta nos hacen! Quiero conocer a las señoras en las que me puedo convertir. Hablar con ellas y saber cuántas versiones de sí mismas han sido, cómo ha cambiado su perspectiva de las cosas.
Quiero saber qué se siente soltar la carga de las expectativas y definirse desde esa belleza tan genuina que sólo viene de honrar tu propia historia.
Quiero llegar a los 80 y que una morra de 30 me vea toda icónica y se emocione por lo mucho que le falta por vivir.
En definitiva, quiero ser una doña terreneitor. 🦋
Algunos proyectos para ampliar nuestros referentes sobre la vejez:
🎙️ Podcast Noventa y contando
Ya todo mundo tiene un podcast, sí, pero qué sabroso es cuando éste nos ofrece la perspectiva de personas de 90 años o más que reflexionan sobre el amor, la sexualidad o los mandatos sociales.
Noventa y contando es un proyecto que surgió de la iniciativa de Alberto Chab, un hombre argentino que quería encontrar a personas de más de 90 años, como él, para reunirse periódicamente a platicar.
📸 Blog de fotografías Advanced Style
Creado en 2008 por el fotógrafo y escritor Ari Seth Cohen, Advanced Style es uno de esos proyectos que desde hace años documenta el estilazo de personas mayores. El proyecto rompe con la idea de que la moda es territorio exclusivo de la juventud, celebrando el estilo a cualquier edad.
👓 La cuenta de Instagram Gafas Plateadas
Amo seguir esta cuenta porque es un balde de agua fría que nos muestra lo normalizado que tenemos el edadismo. Si no conoces esta palabra, se refiere a los prejuicios respecto a la vejez que a veces se esconden en frases, “chistes” o actitudes discriminatorias hacia las personas mayores.
🌿 La cuenta de Instagram The Green Lady of Brooklyn
Elizabeth Eaton Rosenthal, también conocida como Elizabeth Sweetheart, se ha ganado su apodo de The Green Lady of Brooklyn por una razón evidente: desde hace más de 20 años, todo en su armario es verde. Ella explica que una de las razones por las cuales disfruta vestir de forma tan llamativa es para hacer sonreír a las personas.
📷 Las fotografías de Luvia Lazo
Esta talentosa fotógrafa tiene una serie de retratos hermosos llamada Kanitlow, que busca dejar un testimonio de las personas mayores de su comunidad. Como ella explica, “son destellos de mi cultura resistiendo y coexistiendo con la modernidad, la manera sutil en que los cuerpos de los y las abuelas se apropian de estos elementos”.
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